Una hermosa tristeza empieza con una epifanía. Un chico sigue a un empleado municipal por las calles de Nymburk, lo ve encender cada noche las lámparas de la ciudad y aprende, como un personaje de una película muda, a hacerlo él mismo. “Alumbrado público” es un cuento sobre un oficio perecido, pero también sobre las sociedades humanas, sus rutinas y su fragilidad. Todos damos cuerda al mundo, aunque no lo sepamos, una revelación que el checo Bohumil Hrabal prefirió no reservarse para el nudo o el desenlace del libro. Ahí ya hay una declaración de intenciones: si lo que se ofrece es una colección de relatos de infancia, lo mejor será dar cuenta de los descubrimientos lo antes posible, porque retrasarlos tal vez equivalga a perderlos. La infancia es una serie de descubrimientos poderosos, parece decir Hrabal, y no es para nada seguro que nuestra memoria pueda salvaguardarlos. A lo sumo subsistirán resonancias, efectos, no más.
Como otros cuentarios de infancia, Una hermosa tristeza en realidad es un estudio de la vida adulta, de lo que va a diluirse en el camino a la madurez. El libro se permite un cierto maniqueísmo al presentar –casi siempre enfrentados, casi siempre compitiendo a partir de hidalguías y miserias equidistantes– dos modelos posibles: el del hombre recto, obediente de las estructuras, con responsabilidades laborales y comunitarias, y el del diletante vocacional, mujeriego y juerguista, provisto de un carisma sin utilidad práctica. Ambos arquetipos se encarnan en el padre del narrador, irritable gerente de una fábrica de cerveza, y en el tío Pepin, un obrero del mismo negocio y a la sazón hermano del gerente. Mientras que uno no puede contener su obsesión por desconfiar de todo aquello que funciona –en especial si funciona magníficamente bien, como ocurre con la moto de “El distribuidor profanado” y el auto de “Škoda 430”–, el otro se bate con sus superiores inmediatos en pulseadas sin valor, tensa la dependencia que lo vincula a su familia y participa con intensidad fluctuante de noches walpurgianas que –según se desprende de “El ratón le robó el chupete al niño”, “El regreso del tío perdido” y “El conductor de tranvías de Praga”, entre otras historias– lo dejarán cada vez un poco más abismado.
Hrabal redunda en la dicotomía bajo la forma de otros personajes: un capataz rencoroso, un trompetista de cabaret que lucha contra una enfermedad o la finge, un segundo tío reventado, el sacerdote con dobleces del excepcional “El trébol rojo”. La masculinidad en Una hermosa tristeza es legión y cada hombre atiende su propia batalla, lo que se integra al libro como un correlato más vasto que lo que dejan entrever el costumbrismo y la tendencia humorística. Son los años de la ocupación y los estallidos del frente llegan desnaturalizados, víctimas de una distorsión que no percude el núcleo de las anécdotas. Un mundo aún no algorítmico –la publicación original es de 1979–, regido por hombres enfrascados en guerras no tan visibles, mientras las mujeres ejercen roles subsidiarios con paciencia de madre, esperanzas de querida y desahogos esporádicos.
Una hermosa tristeza arma, en un puñado de calles, una maqueta en los márgenes de un escenario difícil, cuya ebullición se percibe de lejos, en el horizonte oblicuo de las historias mínimas y la sensibilidad de aldea. Así y todo, es imposible no volver a ese comienzo, a la belleza atemporal y elocuente de ese primer relato, que sólo encuentra rival en textos como el desolador “Boquitas de oveja” o el mencionado del sacerdote. Esto no es un demérito del proyecto de Hrabal, sino más bien su inferencia. Se dijo: las epifanías vienen temprano. Que después menudeen, que la adultez sea un modo de la ceguera –“me avergoncé de lo indefenso que estaba mi tío, de lo inocente que era papá, de que los dos eran niños aún más pequeños que yo”, dice el narrador en la celosa traducción de Juan Pablo Bertazza–, habla de lo que se desvanece con los años, por más tatuajes que se lleven tanto adentro como afuera.
18 de octubre, 2023
Una hermosa tristeza
Bohumil Hrabal
Traducción de Juan Pablo Bertazza
Pinka Editora, 2023
208 págs.