Al leer la compilación de breves ensayos, reseñas y entrevistas que componen este libro, escritos a lo largo de los años, puede verse cómo Marcelo creó un lugar de enunciación propio e inédito para la lectura de poesía. Su información cultural constituía un acervo sorprendente y lo desplegaba como quien elige las especias más exóticas para indagar textos poéticos creando un campo de relaciones infrecuentes, insólito a veces, un modo de aproximación sin alarde de lucimiento personal, más propenso a crear argumentos y fundamentación para hacer más convincente su ocasional punto de vista. Aquello que lee adquiere un nuevo volumen, otras aristas desde en esa visión personal, inteligente y sensible, ajustada al abordaje de las producciones poéticas más complejas, con un estilo que reaviva el lenguaje a cada paso, y al mismo tiempo se nutre muy abajo en el sedimento del periodista formado en la precisión y la estrechez del cable de agencia de noticias, donde tuvo uno de sus primeros trabajos.
Un narrador excepcional –todavía resuena aquel juicio de Fogwill enrostrado en una mesa redonda: “el mejor escritor argentino vive en Barcelona”, cuando se lo leía poco por acá–, un traductor exquisito, enlazado a la poesía como a un mundo insustituible, convertido por él en campo de preguntas incesantes. Una rara avis, despojado de deudas: ni con el mercado editor, ni con la academia, ni con lxs lectores de culto, ni con la narrativa. Hacía de la poesía una zona privilegiada para desentrañar procesos y recursos compositivos, pero sobre todo para pensar esos materiales que ponía en relación con la vida de cada autor o autora o con los contextos en los que desataban su escritura. Vidas con sus fijezas monótonas como la de Pessoa o la de Stevens, o con sus avatares y cambios radicales como la de Padilla o Lorenzo García Vega. Exilios, traslados buscados o forzados, momentos históricos demarcatorios, datos íntimos, Marcelo elegía algo apropiado o que pudiese ser iluminador dentro de esa suma de forjamientos que presionan en la escritura más allá de los propósitos, o también con los propósitos de quienes escriben.
Iconoclasta, pero no destructivo, buscador objetivo de aquello que el lenguaje poético podía alcanzar en sus realizaciones particulares, Marcelo veía en la poesía claves que podían dar cuenta de una época y las variaciones de posturas frente a aquello tomado como objeto o destruido como objeto. Dueño de un amable sentido crítico, ponía a jugar su irreverencia, su descompromiso, frente a cualquier sacralización. De Zurita no dudaba en analizar el abatimiento que ejerce sobre el lector (“Zurita es una empresa de agotamiento”) y al mismo tiempo reconocía su tarea monumental en versos plenos de ritmos, encabalgamientos y cesuras improcedentes “que expanden una violencia personal y colectiva signada por el dolor”. Así avanzaba sobre los textos poéticos que admiraba tratando a sus autores como personas con virtudes y defectos: en Pound el viejo gruñón cargando su contrariedad y su silencio de los últimos años, aunque hubiera sido “un hombre que, en definitiva, entregó sus mejores energías al lenguaje y produjo una síntesis deslumbrante”. En el mismo sentido, señaló de Baudelaire junto a sus logros, su “mezcla de haraganería e industriosidad”. Muchas veces atribuye preguntas a esos autores como una manera de resumir sus búsquedas en el terreno de la incerteza en la que se mueve la poesía respecto del pensamiento. Por ejemplo, en referencia a Ammons decía: “cómo puede ser el poema igual de múltiple que la mente que lo crea o que un objeto vivo –cómo puede hacer justicia al misterio– sin disolverse en lo amorfo ni ocultar el caos, se pregunta Ammons”.
En referencia al objetivismo surgido a partir del imagismo de Pound y la carretilla roja de William Carlos Williams resumía una problemática proyectada más allá de ese momento: “El objetivismo es un anhelo de veracidad; su problema constante es el espesor del lenguaje, 'la impiedad de las palabras'”. En el mismo ensayo aludiendo a Oppen opinaba: “apeló a la función visual del lenguaje, sede de la vida social”, pero en simultáneo destacaba el valioso objetivo de esclarecer “qué se estaba diciendo cuando se decía realidad”.
La lectura de este libro produce transformaciones, así se conozca la producción de los o las poetas analizadas en particular, siempre se halla un agregado que vuelve a encenderlas, un brillo, un ángulo que no había sido percibido. Un modo de indagación en la lírica que da impulso al pensamiento más allá de la superficie encadenada de recursos en la que encarna. El ordenamiento y el prólogo a cargo de Juan Comperatore, dan cohesión a estos escritos que hubiesen quedado dispersos, a veces perdidos en la memoria de quien pudo leerlos en el momento en que se escribían, como piezas sueltas sin la profusa ganancia del contacto con el resto.
8 de enero, 2025
Una morada ambulante (escritos sobre poesía)
Marcelo Cohen
Compilación y prólogo de Juan F. Comperatore
Entropía, 2024
280 págs.
Crédito de fotografía: Alejandra López.