La crítica literaria tiene una larga tradición en nuestro país, que casi se remonta a sus momentos fundacionales. Consideraciones al margen, los nombres son elocuentes a lo largo de los siglos: Juan María Gutiérrez, Ricardo Rojas, Borges, David Viñas, Beatriz Sarlo, Ricardo Piglia, María Teresa Gramuglio, Adolfo y Martín Prieto por solo citar algunos notables. La tradición teórica, en cambio, parece ser más humilde y limitada a ámbitos estrictamente académicos. No es exagerado decir que no existen clásicos de la teoría literaria autóctona, libros de referencia insoslayable como sí lo son Historia de la literatura argentina, Literatura argentina y realidad política o Crítica y ficción. Un lugar común dice que en nuestro país la teoría literaria encontraría su forma haciéndose crítica. Es posible. Lo cierto es que con Vértigo index veri Bruno Grossi presenta un ensayo de teoría estética dura y pura en el que la crítica textual, quizás como gesto programático, está ausente.
“Experiencia” es la categoría clave que articula el ensayo de Grossi. No es casual que uno de los nombres propios más repetidos sea el de Georges Bataille, el teórico que problematizó la experiencia a partir de la dialéctica entre ley y transgresión. En este sentido, el subtítulo del libro (“La estética considerada desde el punto de vista del mal”) tiene menos que ver con malditismos de adolescencia tardía que con la voluntad de alcanzar la intensidad estética a partir de la violación de la norma. Por eso, referenciándose en, entre otros, Barthes y Sontag, se la asimila con el erotismo, en tanto ambos implicarían el “sentimiento exuberante de descentramiento subjetivo y la comunión contagiosa con lo heterogéneo”. En un presente en el que los vínculos entre literatura y subjetividad tantas veces quedan reducidos al regodeo narcisista y a la exhibición de nimiedades íntimas, la apuesta resulta poco menos que escandalosa.
En la tradición del ensayo fragmentario, con una prosa inteligente y elegante, Grossi no le escapa a la polémica. La crítica neopositivista y los estudios culturales son algunos de los destinatarios de sus dardos razonados. Sin embargo, la ausencia de los nombres propios a quienes se dirigen las invectivas le dan al trabajo un tono algo abstracto, haciendo que la virulencia de los embates se vea amortiguada por la lógica del sobreentendido. Más nítido, en cambio, es el ringside que delimita Vértigo index veri, reducido al agón académico. Difícilmente un lector ajeno a las rencillas teóricas que se dan al interior de las facultades de humanidades se sienta interpelado por un texto que no parece interesado en ir más allá de sus fronteras.
Los brevísimos capítulos están plagados de citas de autoridad: Adorno, Bataille, Barthes son los nombres más frecuentes, pero también Blanchot, Paul Valéry o Alberto Giordano se hacen presentes en un ensayo que tiene algo de teatro coral. Como si compartieran escenario o participaran de una asamblea, los teóricos “dicen”, “apuntan”, “afirman”, “sugieren”. Un rasgo teatral que se acentúa con la apelación recurrente a personificaciones de figuras abstractas. El “académico”, el “diletante”, “la ciencia literaria”, “el sujeto” son algunos de los personajes que desfilan en este ensayo. Uno de ellos, sin embargo, es el protagonista absoluto, el “ensayista”. Heroico, el ensayista es un personaje que asume riesgos y afronta el vértigo; es aquel que, suspendiendo los juicios morales del momento, se entrega a una lectura autónoma y, como el artista, se enfrenta a lo desconocido; el ensayista es, en definitiva, quien busca darle forma a lo inexpresable de la experiencia estética.
Un contramano del discurso políticamente correcto que habita en los claustros universitarios, Vértigo index veri, en un gesto provocativamente anacrónico, reivindica la transgresión, la intensidad y la autonomía estética. Una actitud más que saludable en tiempos en los que buena parte de la producción artística y crítica está subordinada a un buenismo tan cómodo como inconducente. Sin embargo, la apuesta por una estética extramoral corre el riesgo de ser, en la práctica, involuntariamente funcional a discursos y prácticas nada transgresores que amenazan con romper, aún más, todo vínculo comunitario.
11 de diciembre, 024
Vértigo index veri
Bruno Grossi
Borde perdido, 2024
108 págs.