Sobre la vasta extensión de tierra yerma, el hombre otea el horizonte y advierte, sin resignación ni sosiego que, ubicua, la monotonía lo abarca todo. Es un elemento más, al igual que el calor abrasador que escalda la piel y burbujea, seco, en el paladar. El hombre ha recorrido amplias distancias y siempre es el mismo paisaje el que se ofrece a la vista y parece hablar en una lengua olvidada. Pero el paisaje no habla, ni quiere hacerse entender. Está ahí, acá, en todos lados. Hace tiempo que el hombre ha aprendido a hacer suyo el silencio que lo rodea. Su nombre, digámoslo de una vez, es Håkan Söderström y es el protagonista de A lo lejos, laureada novela de Hernán Díaz. Pero antes, hay una historia.
Vástago menor de una humilde familia de campesinos suecos, Håkan es enviado junto con su hermano a probar suerte en la Nueva York de mediados del siglo XIX. Las fantasiosas hazañas con las que su hermano solía lucirse en su pueblo natal pierden consistencia ante el tráfago de un trasbordo obligado en Portsmouth. Núbiles y atribulados, no tardan en separarse; Håkan se embarca solo y por error en un navío con rumbo a San Francisco, California. Desorientado y sin hablar una sola palabra en inglés, seguirá un derrotero a contramano de los viajeros de entonces: en lugar de dirigirse al oeste por la ruta del oro, irá al este, a Nueva York, en busca de su hermano. En el camino se topará con mineros febriles, doctos naturalistas, indios falsos y severas dominatrices; y cada uno de ellos irá dejando un sedimento que hará de Håkan siempre un otro hasta alcanzar la estatura colosal de una leyenda. Porque en el arco vital del personaje caben tanto la fuga del perseguido como la contemplación extática del paisaje, y en esos trotes aprenderá a desconfiar de los hombres y a rechazar el credo utilitarista de la naturaleza como fuente de extracción.
Uno de los mayores aciertos de la novela consiste en la focalización del punto de vista, que coloca al lector en la misma posición que el extranjero Håkan, siendo testigo de escenas cuyos motivos resultan indescifrables y se asemejan a un teatro de sombras chinas. Cuando pasen los años y Håkan comience a hablar el idioma, los sucesos se tornarán inteligibles; porque el lenguaje no crea ni suple la realidad, pero sí permite nombrarla, otorgarle sentido. Así, Håkan irá creciendo ─literal y metafóricamente─ como un personaje salido de una Bildungsroman y emplazado en un diorama western.
En repetidas entrevistas, Hernán Díaz ha dicho que le interesaba intervenir un género codificado como el western, que gira en torno al embellecimiento y naturalización del impulso imperialista de la nación norteamericana. Intervenir, trastocar, implica no sólo un juego fútil con las formas, sino, fundamentalmente, volver a visitar aquellos puntos cristalizados en el tiempo para decir otra cosa. Porque el enroque de puntos cardinales, la alternancia de velocidades y el contraste de temperaturas con el relato enmarcado cuajan en un presente que se espesa hasta rozar el desamparo radical de una vida. Y si los sucesos se enrarecen tanto como para amamantar a un león o cavar, kafkianamente, una madriguera en el desierto, lo hacen de un modo asordinado, donde la descripción material absorbe y transporta. El propio Díaz refiere que buena parte de la novela se inspira en los dilatados paisajes sonoros de ínfimas ondulaciones de Piano and String Quintet, del compositor Morton Feldman; sin apenas haber cambiado el paisaje, de pronto estamos en otra parte. En la respiración honda del último tramo, una vez desligada la peripecia, se juega el verdadero vértigo horizontal de la llanura, el que invita a estar a solas con su sombra.
Hernán Díaz nació en Argentina, de pequeño emigró a Suecia y desde hace dos décadas vive en Nueva York. Habituados como estamos a las apropiaciones, no habría que dejar escapar la oportunidad de arrimarlo a nuestros pagos. Porque si bien la novela de Díaz se inscribe en la tradición norteamericana, su manera de hacerlo en todo caso es bien borgeana; emplea, para esto, el crisol de la biblioteca. De cualquier manera, y dejando a un lado territorialidades más o menos perimidas, A lo lejos posee el lustre de un clásico contemporáneo.
11 de diciembre, 2020
A lo lejos
Hernán Díaz
Traducción de Jon Bilbao
Impedimenta, 2020
344 págs.