Estar en las cosas sin adornarlas, entregada la atención al momento presente y despejado el camino a una vivencia más intensa que el dolor, es para el humano lo que la cuadratura del círculo a la matemática antigua: un problema insoluble. Las hay parciales, de tan fugaces, insatisfactorias, raudos destellos de una otredad siempre ajena a sí misma. Decía Rilke que sólo vislumbramos lo abierto en la mirada del animal. Cómo capturar o, más mejor aún, cómo dar lugar, a esa mirada sin hablar encima, sin manchar el silencio con fruslerías. No son interrogantes que pulsen la médula de Criaturas dispersas, el mestizo libro de Natalia Gelós, pero lo sobrevuelan.
Haciendo uso de una taxonomía elemental, Gelós no busca dar cuenta de la vasta fauna existente, ni organizar su progenie; le bastan la anécdota, el dato de color, la reflexión pasajera. Y en lugar de ocultar la mirada en una ficción aséptica, procura desplegarla sin enmudecer lo observado. Se trataría, en todo caso, de un hablar (y acaso de un mirar) en voz baja. Parece que del lance se obtiene alguna que otra recompensa. Como si, de este modo, el meollo gravitacional alrededor del que pivota cada cual se disipara en una exhalación y el paisaje y sus actores se ofrecieran en sus posibilidades metafóricas: hay lobos raudos “como un rayo azul”, patas de cascarudo sacudidas “al ritmo de un cancán” y lagartijas “escondidas como pensamientos”. Hay, también, por qué no, cocodrilos de plástico que se encienden con intermitencia de luces navideñas.
Cuenta la también autora de Antonio Di Benedetto periodista que, en las profundidades del lecho marino, donde la oscuridad es abisal y el roce con el humano ha demorado un buen tiempo en producirse, una bolsa de nylon flotaba, ufana, aguardando la proeza del director James Cameron y su equipo. El corolario es que nuestra sombra llega incluso allí donde no lo advertimos. Así también son nuestros efectos sobre el ecosistema. Pero la autora, lejos de embanderarse en un proteccionismo a ultranza, puede ser testigo de la faena previa a un asado y no escandalizarse ni festejarlo. En esos momentos, especialmente, hace gala de una notoria falta de impostura y de una abierta curiosidad. Son los beneficios de entrar en la realidad sin reclamar ser su centro.
27 de abril, 2022
Criaturas dispersas
Natalia Gelós
Leteo, 2022
184 págs.