Por denodado que sea el ahínco para eludir taxonomías, acostumbramos a ceñir nuestras lecturas a la góndola de los géneros literarios. La ausencia de riesgo en la identificación de lo conocido puede resultar en un legítimo consumo ingrávido o, como contrapartida, en un aliciente para el sabotaje. Uno puede, en virtud de esto último, escribir a contramano del género en cuestión, así como inocular cuerpos extraños de manera solapada; más difícil, en cambio, es obviarlo. Un género como la ciencia ficción, con sus delimitaciones en el pasado tan estrechas, suele ser campo de pruebas para estos asuntos. Ejemplo de ello es Diez planetas, el reciente libro de relatos de Yuri Herrera, alguien a quien no podemos achacarle el favor de rendir pleitesía a ningún género en particular, y mucho menos al que nos compete. El autor de Trabajos del reino ha escrito un conjunto de relatos breves en donde el saber científico y la construcción del mundo quedan relegados en beneficio de una fabulación asentada en el bagaje de lecturas, aunque sin reducirse a ello porque, en última instancia, cumplen el cometido de estirar el pensamiento.
Porque basta con postular una hipótesis para tensar el género, algunos relatos se ciñen a la fórmula ¿Qué pasaría si...? Repasemos algunos relatos. Una bacteria ubicada en el intestino delgado de un ex fabricante de documentos falsos cobra consciencia al entrar en contacto con un ácido lisérgico y barrunta una inconmensurable angustia existencial. El único representante de la especie humana encerrado en un zoológico extraterrestre padece una soledad aun más honda por ser incomunicable. Un cosmonauta configura un mapa del universo a partir de las señales que percibe mediante su olfato, ya que , según dice, cada nariz "es la cifra de un secreto porque en cada inhalación se meten al cuerpo fragmentitos del paisaje".
No pocos de los relatos trabajan sobre la idea de que la lengua es tanto un instrumento de poder como el único medio de liberación del que disponemos. Así, en "Los conspiradores", la dominación de Los Unos respecto a Los Otros no sucede a través de la eliminación de la facción rival, sino de la apropiación de su lenguaje. En "La ciencia de la extinción", el retroceso paulatino en el uso de las palabras deviene en la pérdida de la identidad. Este interés en la lengua se refracta asimismo en la escritura, donde la invención de los nombres de los personajes, y sobre todo la invención moderada de neologismos (ya sea transformando adjetivos en verbos, o condensando expresiones comunes), redunda en un extrañamiento de lo cotidiano.
También están aquellos que deslizan dicha preocupación al ámbito de la lectura. En "Casa tomada", homenaje al cuento homónimo de Cortázar, una familia es expulsada por el sistema inteligente que instalaron para seguridad del hogar. Otra pieza en la que Herrera se cuida de no disimular su precedente es "Zorg, autor de El Quijote", que imagina el clásico de Cervantes escrito por un extraterreste. Borges y el Stanislaw Lem de Ciberiada salpican sus presencias con curiosidad universal y dosis parejas de humor metafísico. Vertiente que continúa en "El arte de los monstruos", una alegoría crítica sobre la costumbre de escindir al artista de su obra.
La brevedad de los relatos es inversamente proporcional a la ubicuidad del alcance de los temas tratados. La soledad, la incomunicación y el exilio asoman como vistos con un telescopio invertido, en la medida en que refieren a lo cotidiano desde afuera. De esta manera, y aunque en principio la incursión en el género pudo descolocar a propios y ajenos, Yuri Herrera persiste en una concepción de la literatura que baraja maneras de decir lo propio desde otro lugar.
10 de marzo, 2021
Diez planetas
Yuri Herrera
Periférica, 2019
136 págs.