El cuerpo fue hallado un año y medio después de su muerte, cuando se exhumaron los restos de una fosa común en las afueras de Abda, un pueblito situado al noroeste de Hungría. En el bolsillo trasero de su pantalón encontraron un pequeño cuaderno de treinta páginas. A pesar del deterioro, la mayor parte de su contenido era legible. Se trataba de El cuaderno de Bor y pertenecía al poeta Miklós Radnóti. La reconstrucción de la historia es, más o menos, como sigue.
Debido a su condición de judío, Radnóti fue víctima de innumerables ultrajes. A pesar de haberse recibido con honores de sus estudios de literatura y filosofía, no se le permitió ejercer su profesión; toleró denuncias por atentar en sus poemas contra el pudor y la moral, así como allanamientos y la confiscación de sus papeles. Un importante premio le dio un respiro que le permitió viajar a París y, entre otras cosas, la oportunidad de contemplar el Guernica de Picasso. Ese encuentro afianzó una convicción que anidaba hacía tiempo: la misión del poeta consistía en ser profeta y mártir de la verdad. Para entonces, las leyes antisemitas recrudecieron. Fue perseguido, detenido y reclutado en trabajos forzosos en dos ocasiones, donde padeció humillaciones y torturas, que acabaron gracias a la intervención de sus amigos, quienes juntaron firmas para que lo liberaran. Su suerte no duraría. El 20 de mayo de 1944 fue deportado a la mina de Bor, en Serbia, y encerrado en uno de los siete campos de concentración de la zona. La continua presión del ejército soviético y de los partidarios del mariscal Josip Broz Tito obligó a los nazis a evacuar cinco de los campos. Radnoti fue conducido junto con miles de prisioneros a un campamento ubicado a treinta mil kilómetros; el que se detenía era fusilado. Dos semanas más tarde, iniciaron la marcha de la muerte. El 4 de noviembre de 1944, Radnoti y sus compañeros, agotados, famélicos y ya sin poder avanzar, fueron asesinados de un tiro en la nuca. En el camino, a hurtadillas de la mirada inquisidora de los guardias, había escrito varios poemas en papeles sueltos, que luego transcribía en un cuaderno.
A pesar de ser uno de los renovadores de la lírica húngara de principios del siglo pasado y ganador de un prestigioso premio nacional, Radnoti es prácticamente un desconocido en estos pagos. La edición bilingüe de Miércoles 14, que además reproduce el formato del cuaderno original, viene a subsanar esa falta.
A la izquierda, el cuaderno original de Radnóti. A la derecha, la edición de Miércoles 14
Su poesía respira una impronta expresionista adelgazada por pasajes bucólicos. En El cuaderno de Bor, sin embargo, el acento recae en la desolación. Cada verso palpita la duración del tiempo vivido: el hambre, la mugre, el escarnio, la tortura. Sabedor de su destino de sombra, el poeta canta a su encuentro. Dice en "Sépitma Égogla" que durante el sueño, "ese bello libertador", puede uno olvidar el confinamiento y el horror, ya que "todo el campo de prisioneros regresa a casa". "Los hombres harapientos y calvos vuelan, roncando/ desde los techos ciegos de Serbia hacia el refugio de sus hogares". Pero tampoco se engaña porque, después de todo, se pregunta "¿existirá todavía aquel hogar?". En efecto, no hay regreso posible. Los guardias, continúa, arrebatan todo, "solo la niebla entra en nuestro galpón". Y a pesar de eso, los prisioneros "comparten una vida aquí dentro", "y esperan el final, ese hundirse en la espesa bruma... o un milagro". Solo el poeta sigue despierto mientras a su alrededor sus compañeros duermen en silencio. Las sombras de los guardias desfilan en la pared. El día finaliza, y con desgarradora lucidez el poeta estampa en un papel: "Es de noche, ya queda un día menos de cautiverio pero/ también un día menos de vida".
Con apenas un leve desplazamiento, en la "Octava Égogla" recurre al dialogo bíblico entre un profeta y un poeta para dar cuenta del presente del mundo. Dice el poeta: "Pero dime, ¿qué te ha traído/ ahora a la tierra, desde esas antiguas nieblas?" A lo que el profeta responde: "La ira. Porque el ser humano,/ nuevamente desamparado, sirve a umn ejército/ de paganos con aspectos de hombres." Algo similar ocurre en "Carta a la esposa", donde el reencuentro de la amada se aleja a medida que crece la presencia ubicua de los bombardeos.
Primer versión tachada de la Octava Égogla
Al final de cada poema, Radnoti rubricó la fecha y el lugar en que fueron escritos, por lo que es posible seguir el recorrido desde el campo de concentración hacia su final. Conforme avanza la marcha, la muerte se avizora cercana y los poemas adquieren un tinte más oscuro. Ya no se trata de anticipar lo que de todos modos vendrá, sino de observarlo de frente: "Es loco el que habiendo caído al suelo/ se vuelve a levantar y sigue caminado". O, más alejado de cualquier tropo, el crudo: "orinan con sangre todos los hombres"
Acaso el contacto íntimo con la poesía alumbre un aura oracular: "Fui flor, ahora soy raíz,/ encima de mí, oscura y pesada tierra;/ mi destino se ha materializado,/ la sierra llora sobre mi cabeza", se lee en "Raíz". Lo cierto es que no hacía falta ser poeta ni adivino para anticipar lo que el destino le depararía a Radnoti. Si sus versos tienen algún valor no es sólo por ser testimonios en tiempo presente de las atrocidades del nazismo. Radnoti no quiso embellecer, ni denunciar, tampoco hacer catarsis. La poesía fue su manera de vivir.
30 de septiembre, 2020
El cuaderno de Bor
Miklós Radnóti
Traducción de Susana Lajtaváry, Pablo Bagnato y Peter Kiss
Miércoles 14, 2020
92 págs.