El fantasma de la muerte de la pintura acompañó el derrotero de la disciplina a lo largo y ancho del siglo pasado. La tensión con la fotografía por las prerrogativas de lo real –el elemento que parecía rubricar su certificado de defunción– pronto se reveló como la coartada ideal para ampliar el horizonte expresivo del medio. Los movimientos vanguardistas, se sabe, nacieron como resultado de aquella puja. Desde hace un tiempo, sin embargo, la muerte que acecha a la pintura es una muy distinta. Relegada por otro tipo expresiones artísticas, la pintura sigue cotizándose a valores exorbitantes, pero ¿cuántos de aquellos que hoy se piensan artistas tienen en mente la práctica pictórica? En la lógica del flujo anfibio de formatos la pintura no ha desaparecido pero ha perdido la centralidad que otrora ostentaba. Cuál es el devenir de este desplazamiento aún está por verse. Como también qué es aquello que tiene para decir la pintura del presente. Entretanto, conviene escuchar a los maestros.
Luis Felipe Noé, un espíritu en permanente recreación, no reniega de los tiempos que corren. Su obra es una muestra cabal de que el dialogo fecundo con otras artes ensancha las fronteras del propio. Sin renunciar a la especificidad de lo pictórico, ha paseado y mudado de más de una enseñanza. Porque el arte, dice, no es cosa de un sólo medio. El ojo que escribe, uno de sus últimos libros, es la biografía intelectual de alguien que no sólo pinta sino que además reflexiona sobre su quehacer. Un canto a un arte que siempre está muriendo.
En el libro, objeta el dictum de Rilke acerca de que el pintor no puede hablar de su propio arte porque su quehacer es ajeno a la palabra. ¿Considera que la mirada del artista puede ofrecer una perspectiva diferente a la del crítico?
¿El boxeador y el espectador han vivido la misma experiencia? No, por supuesto. Por más comprensiva que sea la mirada del crítico es extraña al fenómeno creativo. El artista cuando habla de su búsqueda lo hace con la experiencia del quehacer.
Coincido, pero me refería a ¿qué es lo distinto que puede aportar el saber hacer del artista?
El saber hacer del artista no lo tienen los otros.
Habla de una mirada que no esté hecha por el ojo. ¿Podría ampliar esta idea?
El ojo registra, ve, pero esta visión se transforma en mirada si le suscita consciencia de lo visto. Puede ser germen de un pensamiento implícito o punto de partida de su desarrollo.
Luis Felipe Noé por Juan Carlos Comperatore
¿Hay algún disparador para que suscitar esa conciencia de lo visto?
El disparador es la conciencia de poder ser en el mundo a partir de la experiencia
Su padre, Julio Noé, es una figura central en el libro. Una vasta biblioteca y las visitas periódicas de intelectuales eran moneda corriente en el hogar. ¿Recuerda qué le dijo su padre al ver sus primeras obras?
Mi padre me enseñó lo fundamental: saber respetar. Me respetó siempre aunque tomáramos en un momento posturas muy diversas políticamente, como por ejemplo, con la Revolución Cubana. De esta manera, acogió mi primer libro. No me objetó nada. Y me sorprendió su felicitación y sorpresa cuando publiqué un libro tan fantasioso y que muy pocos entendieron: Recontrapoder (cuyo nombre íntegro es Códice Rompecabezas sobre Recontrapoder en Cajón Desastre).
La noción inasible de caos retorna una y otra vez en estas páginas. Habla de asumir el caos que constituimos. Muchos artistas se han perdido en esa búsqueda. ¿Cómo es posible mantenerse a flote?
La palabra caos es inasible como concepto porque en verdad no es un concepto, es una vaga concepción que comprende la complejidad integral que constituye la humanidad en sus infinitas contradicciones. El caos está por encima, al lado, enfrente y por debajo, por delante y por atrás de todos nosotros, porque cada persona desde el infinito lo estamos integrando. Para poder ser, el ser humano debe tratar de estructurarse a sí mismo frente a ese Gran Todo que lo apabulla. Poder lograrlo es el gran desafío de la “persona”. El arte es una de las tantas posibilidades para ello, pero no es un camino seguro. No sirven las fórmulas previas. Cada uno debe intentarlo desde sí mismo. Asimismo, le aclaro que me ocupo particularmente del tema del caos en otro libro que acaba de publicar El cuenco de plata y que se titula Asumir el caos. En la vida y en el arte.
La búsqueda de un estilo propio es el desvelo de muchos artistas; otros, en cambio, prefieren huir de cualquier cristalización de la identidad. ¿Dónde se ubica?
La personalidad creativa no consiste en un método, o sea, en una forma de enunciación como creen muchos sino en una metodología. Es el desarrollo de una búsqueda incesante en el transcurso de la vida. El mío se halla en la asunción infinita del caos.
¿Esa asunción del caos tiene algún costo?
Deviene de una lucha no contra el caos sino contra los prejuicios que impiden tomar una conciencia de lo que nos sobrepasa.
Se considera un lector sobre todo de ensayos, ¿qué encuentra en este género de distinto respecto a la ficción?
Todo el mundo vive en su ficción, construyendo su propia novela. Y vivimos en la ficción de nosotros mismos. Por esto, prefiero leer a pensadores y ensayistas que nos ayuden con este Gran Todo desconcertante.
¿Qué considera que la lectura aportó a su obra pictórica?
Pienso más bien a la inversa. Lo que el quehacer pictórico contribuyó a mi pensamiento y la lectura a la conciencia de estas reflexiones.
Reformulo, entonces: ¿qué es lo que el quehacer pictórico aporto a sus lecturas, a su pensamiento?
Es que establece un diálogo entre la experiencia personal y las reflexiones de otros autores.
Si bien el espesor conceptual del libro está sostenido en la cita de autoridad, también se permite corregir o tomar distancia de lo citado. Así, por ejemplo, plantea una concepción distinta a la de Walter Benjamin sobre el aura de la obra de arte. ¿Podría comentarla?
Respeto mucho la concepción de Benjamin sobre el aura, pero esta está condicionada a una sola perspectiva: el tiempo, su problema en la era contemporánea. Por mi parte, coincido con Pascal Quignard, en considerar el aura desde la subjetividad, porque el aura donde avanza el arte está precedida por una atmósfera tormentosa que nos conmueve.
El artista piensa después, se lee en El ojo que escribe. En este sentido, ¿qué consideración le merece la deriva conceptual en la que parece haberse asentado el arte contemporáneo?
El arte conceptual es la valoración a la moda de uno de los aspectos de la concepción creativa, como antes fue la moda de la mera subjetividad. Es así la historia del arte.
Insisto en el punto: más allá de tensiones entre movimientos y poéticas, en la obra contemporánea el pensamiento aparece antes de la obra, y a veces como cifra de la esta. ¿Cree que esto le resta mérito al artista o a su obra (desde el punto de vista de “el artista piensa después”)?
No comprendo la pregunta pero lo que está implícito en mi respuesta anterior es que la conceptualización reside no solamente en lo que se llama arte conceptual sino en toda creación artística.
Siguiendo con lo anterior, Duchamp es una ausencia significativa en el libro. ¿A qué se debe esto?
No hablo de Duchamp en este libro porque no me pareció necesario. En cambio, en Asumir el caos al referirme a la asunción que este término hizo de la modernidad hablo tan ampliamente de Duchamp que ocupa en el libro impreso unas 20 páginas.
¿Cuál le parece que es el papel de la pintura en el siglo XXI, habida cuenta del lugar cada vez más acotado respecto a instalaciones o performances?
Las instalaciones fueron inicialmente una problemática plenamente pictórica que yo desarrollé personalmente. Hay muchas maneras de encarar la pintura como arte porque no debe cerrarse a solo una forma del quehacer.
¿Qué pintores actuales considera que han ensanchado el campo de lo visible?
Muchos. Particularmente, admiro a Kiefer.
13 de noviembre, 2024
El ojo que escribe
Luis Felipe Noé
Ampersand, 2024
232 págs.