Con las novelas del angoleño Eduardo Agualusa se tiene la impresión de deslizarse por un pintoresco barranco escarpado repleto de escollos y accidentes que, invariablemente, termina por encauzarse hacia una planicie. Por más que el halo de corrección política y final tranquilizador enturbien la mirada, las copiosas aventuras escritas con tono sosegado que saturan las apretadas páginas de este narrador infatigable son un aliciente del deseo de leer. En todo caso, Agualusa actualiza la pregunta: ¿qué es una novela política?
Ilustración de Juan Carlos Comperatore
Inspirada en un caso de persecución política en Angola, La sociedad de los soñadores involuntarios trama una delicada mixtura entre sueño y realidad, onirismo y utopía revolucionaria, a partir del encuentro de cuatro personajes. Daniel Benchimol, periodista angolano que sueña vidas enteras de personas que existen pero aún no conoce, encuentra la cámara fotográfica de Moira Fernandes, una artista que realiza fotografías de sueños ajenos. El hotel en el que Benchimol hace sus escapadas periódicas es regentado por Hossi Kaley, un tipo amable con pasado oscuro de guerrillero, que durante una época de su vida se infiltraba, sin saber ni recordar cómo, en el sueño de personas que no lo conocían vistiendo una chaqueta morada. Kaley motiva el encuentro entre el periodista y la artista. A este trío se suma el neurocientífico brasilero Hélio de Castro, que se contacta con la artista para corroborar los resultados de una investigación en curso: una máquina que filma sueños. En medio del ensamble de personajes, detienen a la hija de Benchimol (soñadora de utopías), acusada junto a otros activistas de atentar contra la vida del presidente y la República. Crítica de la indolencia de intelectuales, cómplices del régimen, la hija de Benchimol pondrá en un brete la conciencia progresista de su padre, quien debatirá con Hossi Kaley el método de acción para liberar a los activistas.
Allí donde la novela pregonaba consignas como “El arte inquieta”, la trama opera una torsión que depara una versión maniqueísta de la política, en la que los bandos son tranquilizadoramente identificables: pueblo bueno, gobierno malo. Al tensar el arco de la realidad, se cuelan los sueños de otros posibles. Pero el lema “Necesitamos devolver al sueño su vocación practica” no abre la puerta al otro lado de las cosas, a lo desconocido; los sueños como vasos comunicantes dan en un bienintencionado canto a la revuelta. En el cosmopolitismo de acento portugués que promulga Agualusa hay lugar para obras notables como Teoría general del olvido o La reina Ginga y para algún que otro traspié.
16 de enero, 2019
LA SOCIEDAD DE LOS SOÑADORES INVOLUNTARIOS
Eduardo Agualusa
Traducción de Claudia Solens
Edhasa, 2018
288 págs.