En uno de sus habituales raptos de perspicacia discursiva, Sherlock Holmes le refiere a su leal compinche: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad.” Como sentencia dista de ser inapelable, aunque no por eso resulta menos persuasiva. La verdad no es algo que va de suyo, claro, y la frase sugiere que resulta de un proceso, cuyo resultado, de todas maneras, es falible. Pero la verdad no es sólo un punto de llegada, también puede ser un punto de partida. La expresión “el lugar de la verdad” da cuenta de sus vínculos con el poder, y no hace falta aclarar lo que sucede cuando se habla en su nombre.
Más aún. En tiempos en los que el encapsulamiento en comunidades virtuales conlleva enarbolar verdades algorítmicas predigeridas, la noción de verdad se escabulle; no se ausenta: se multiplica o difumina. En este contexto, la ciencia, el discurso científico, parece el último reducto donde la verdad habla. Al menos, eso creíamos.
El recorrido que traza La verdad fragmentada, el ensayo de Pablo Pellegrini publicado por Argonauta, invita a descubrir la mácula de una práctica que hasta entonces relucía su oropel de impoluta respetabilidad. Por supuesto, existen acercamientos previos al tema que funcionan como salvaguardas a la aceptación rápida de todo aquello etiquetado como científico; pero la organicidad y la abundancia de ejemplos, la conjunción, sobre todo, de nociones abstractas tratadas con la amabilidad de quien las sabe asimiladas y la atención a la especificidad de la práctica, hacen de este libro un compendio de epistemología aplicada.
El foco de discusión no está puesto en la verdad en tanto concepto, ni en su desplazamiento en un vector histórico; aunque los incluye, de lo que se trata es de las disputas en torno a la verdad en el discurso científico, los momentos (variables en su temporalidad) en los que se dirime y tambalea, los factores que intervienen para que la aceptemos. Para ello el autor se vale de calibrar una distancia crítica, equidistante tanto de la celebración posmoderna de la multiplicidad de relatos como del escepticismo ramplón. “La desconfianza general –aclara el autor– suele ser una impostura de la razón”. No en vano Pablo Pellegrini es un consumado escapista de los lugares fijos. Avezado en los meandros de las controversias científicas, su formación multidisciplinaria (que incluye los títulos de Doctor en Ciencias Sociales y Filosofía del conocimiento, Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad, y Licenciado en Biotecnología) da cuenta de ello. Lo que no figura en los papeles es el bagaje literario que indudablemente maneja el autor y que decanta en una escritura elegante y un gusto por el relato. Tanto es así que no hay que extrañarse si cuando trata acerca del fraude y sus distintas formas (fabricación, falsificación y plagio), las historias rebosen de intrigas. Ahora bien, no se trata de la mera exposición de datos curiosos (aunque los hay), sino que su función es servir de puntapié a la interrogación en torno a nociones como las de intesubjetividad o capital simbólico.
Ilustración de Juan Carlos Comperatore
Otro tipo de acechanza en torno a la verdad lo representan los conflictos de prioridad, es decir, las disputas en torno al reconocimiento del autor de un hallazgo. La nominación juega un papel decisivo que se ve embrollada cuando se produce, por ejemplo, un descubrimiento simultáneo. Otro tanto sucede con la replicación de resultados, el mecanismo para garantizar la validez de una investigación. ¿Qué ocurre –se pregunta el autor– si determinado resultado se da sólo en una ocasión? El caso de la memoria del agua es una de esas insólitas ocasiones. En 2014, la investigadora japonesa Haruko Obokata presentó una investigación en la que concluía haber transformado células de sangre en células madre mediante un baño de ácido. El resultado abría un campo inédito de investigación, sobre todo por la sencillez del experimento. Sin embargo, ningún intento de replicación arrojó los mismos resultados.
Un lugar destacado lo ocupan las controversias científicas y su desplazamiento tergiversado en la esfera pública. Aquí Pellegrini toca temas espinosos como los cultivos transgénicos, el cambio climático o las vacunas, que va desmalezando con rigor fundado. Lejos de la asepsia inmaculada, en los laboratorios existen intereses que cubren un arco que va desde el prestigio hasta el rédito económico, y si a esto le sumamos la injerencia de los medios de comunicación, obtenemos un caldo de cultivo. Puede ocurrir que las controversias resueltas en el ámbito científico continúen operando en la opinión pública debido a la ilusión de paridad que produce, por poner un solo ejemplo, un programa televisivo al otorgar un espacio destacado a posiciones infundadas.
Hoy es frecuente toparnos con artículos que, citando los resultados de una investigación, ensalzan, por ejemplo, las propiedades de algún alimento para curar determinada enfermedad. Y los lectores, haciendo caso omiso del nivel de inferencia, de si se trata de una muestra significativa, o de si se establece una relación de causalidad más allá de la correlación ente variables; peor, leyendo sólo titulares bajo la rúbrica de tranquilizadora de “científicos sostienen…”, consumimos fraguados engaños. No viene mal aquí aclarar que el libro es también un antídoto contra la lógica conspirativa.
El último capítulo puede pensarse como una guía sobre cómo moverse en un mundo que apuntala el deseo de mercancías enmascarado detrás de una fachada científica. En otras palabras, una guía de cómo reconocer cuando una investigación tiene el respaldo científico más allá de su nominación. Y como corolario del trayecto, una invitación a adoptar una mirada lo suficientemente generosa como para abarcar distintos planos de realidad, atisbar el paisaje en todo su espesor y rehuir de las versiones simplificadas que obturan la posibilidad del pensamiento crítico.
31 de Julio, 2019
La verdad fragmentada. Conflictos y certezas en el conocimiento.
Pablo A. Pellegrini
Editorial Argonauta, 2019
272 págs.