Los dibujos de María Luque destacan por la desfachatez técnica y una destreza visual predominantemente narrativa. En La mano del pintor (2016) recurre a un mito familiar para elaborar una versión imaginativa de la Guerra del Paraguay. Su tatarabuelo habría sido quien le amputó el brazo derecho a Cándido López, cuyo fantasma se le aparece a María Luque en el libro y le enseña los rudimentos del arte para que lo ayude a pintar el resto de los bocetos sobre la guerra. En Casa transparente (2017), su segunda novela gráfica, se sirve de su propia biografía de artista nómada para retratar la vida cotidiana en los lugares que habita desde que decidió dejar su trabajo formal y vivir en las casas que sus amigos le prestan a cambio de cuidarlas cuando se van de viaje.
Además de la historia (personal o no), el arte es otra fuentes de ideas. Ahí están, si no, la serie de catástrofes (desmayos, accidentes) en las exposiciones de Courbet, Matisse y Basquiat, o los exvotos en los que la propia Luque solicita consejos a artistas de la talla de Marina Abramović, Kazimir Malévich o Henri Rousseau, entre otros, para disfrutar del silencio, confiar en las formas simples y no preocuparse cuando la gente le dice que dibuja como niño.
Historia y arte son los dos vectores que se cruzan en el reciente Noticias de pintores. Suerte de anecdotario ilustrado, el libro abreva no tanto en la historia del arte como en la vida de casi un centenar de pintores y pintoras para ofrecer la trastienda del mundo artístico. Conformado por viñetas que no pasan de las dos páginas y que recrean escenas laterales de las biografías de los artistas con la capacidad instantánea de resumir un estilo, un lenguaje pictórico o una vida, el libro es un paseo distendido, una invitación. Y se encuentran minucias tales como: el éxtasis de Fernand Léger mientras hierve el agua para el té; la sinestesia de Van Gogh en una clase de piano, que hace que en lugar de un fa sostenido escuche un amarillo cadmio; el comienzo de la amistad entre Norah Borges y Victoria Ocampo; el lienzo que Caravaggio usaba como mantel; la voz que escuchaba Kandinsky cuando pintaba; la afición de Pollock por la pastelería; la función del arte para Katherine Dreier; las peculiares siestas de Dalí; las sesiones de espiritismo de Hilma Af Klint; la observación detenida de Georgia O´Keeffe. Y no hay que olvidar la bella resignificación de Las Meninas, verdadera puerta de entrada a la cuidada edición de Sigilo, todo un lujo en estos días, y un objeto artístico en sí misma.
Fragmento del libro de María Luque
Pero no todo es alegría. La intencional paridad de número en la elección de hombres y mujeres resalta el sistemático proceso de invisibilización de la que fueron (y son) objeto las artistas a lo largo de la historia. Para que no quepan dudas, Luque recrea “¿Cuál es el precio del arte?”, el cuestionario de Tracey Emin, que indaga sobre las diferencias de género en la valoración artística; o le hace decir a Eileen Agar: “Para los surrealistas las mujeres éramos solos musas; porque ellos no pensaban que podíamos hacer cosas por nosotras mismas”.
Cuenta María Luque que cierta vez se deshizo de una parte de sus dibujos en un contenedor de basura; la persona que los halló reconoció inmediatamente quién era la autora. No parece haber mejor definición de estilo. En este caso, una felicidad ligada a lo infantil. La restricción autoimpuesta de una paleta acotada (azul y rojo, y sus derivados: celeste y rosa), y algunas pocas texturas que dinamizan superficies, componen un dibujo figurativo con los recursos gráficos de la historieta, en el que el espacio se da por superposición y cuya ausencia de perspectiva produce planos bizarros, sin profundidad de campo. Uno de los dones de adoptar la imperfección como parte constitutiva de la obra es este retorno no melancólico a la infancia. Los lápices de colores, marcadores y crayones se avienen a un estilo, pictórico sí, pero sobre todo vital: son los elementos del taller ambulante propio de una vida sin domicilio fijo ni pertenencias. Con un candor rozagante, María Luque visita la historia del arte, no para refrendar una erudición dudosa ni una chismografía de salón, sino para hacerse, provisorio, portátil, un lugar de residencia.
13 de marzo, 2019
Noticias de pintores
María Luque
Sigilo, 2019
160 págs.