En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, un polaco llamado Opalka se anoticia mediante carta de la existencia de un hijo que, agonizante en la selva amazona, lo incita a visitarlo. Para cuando arribe a destino, el hijo habrá muerto, Polonia habrá sido invadida por las tropas nazis, y el Brasil no volverá a mostrarle los signos de lo que alguna vez fue. Entre las ruinas del pasado y el eclipse del futuro, el viaje en barco representa la promesa de un tiempo y lugar suspendidos, fuera de sí. Tal es el planteo de Opisanie świata (2013), la primera y galardonada novela de la gaúcha Verónica Stigger que Sigilo, editorial siempre atenta a la renovación de las formas y el cruce de lenguajes, ha tenido el acierto de rescatar en impecable traducción de Paula Abramo.
Algo del planteo de la novela recuerda a Gombrowicz. No sólo por la referencia evidente a Transtlántico ─su primer libro escrito en el exilio argentino donde distorsiona un episodio biográfico─, sino, ante todo, por lo que Juan José Saer escribió sobre el polaco. Según el autor de Glosa, Gombrowicz le otorga a la literatura argentina la posibilidad de una perspectiva exterior, esto es, un modo de interrogar la nacionalidad desde afuera. El título de la novela de Stigger ─que inaugura una serie de anomalías─ parece ir en ese sentido, al trastocar el lugar de la lectura. Opisanie świata es el nombre con que se conoció en lengua polaca el libro de viajes de Marco Polo y significa "descripción del mundo". También es el nombre de una serie de grabados del artista francés Roman Opalka, de quien toma el personaje su patronímico. Más allá de los guiños abundantes ─al neorrealismo italiano, al modernismo brasilero, entre otros─ que presenta la novela, la conjunción de lenguas invita a desarticular la idea de nacionalidad como un amasijo perimido. Y lo hace sin melancolía; mejor, con burbujeante frenesí.
Por momentos comedia de situaciones, con tintes de sainete y gags de cine mudo, Opisanie świata pone en escena a un elenco desatado cuyos integrantes nada poseen en común salvo la falta de pertenencia. El encuentro entre Opalka y Bopp en la estación de trenes, momentos previos a la partida, inaugura el primero de muchos otros. Abarrotado de maletas, Bopp tropieza con el dobladillo de su estrafalario kimono y sus bártulos vuelcan la canasta con limones de Opalka, lo que da paso a un hilarante intento de reunirlos nuevamente. Jovial y entrometido, Bopp se interesa por la historia del hijo desconocido tironeada a regañadientes al taciturno Opalka. Y ya que "cuando acontecía en un lugar, era señal de partida inmediata", Bopp se acopla a la aventura. Sin embargo, el viaje relega el motivo del encuentro entre padre e hijo al comienzo y al final de la historia para dar lugar a la aparición de otros núcleos narrativos. De esta manera, hacen su aparición la muchacha que en una crisis camina como una araña; los juegos de unos niños y su perra Margarida; Hans y la historia de un tío que escondía esmeraldas en la tierra; un uruguayo que se apropia de los objetos de otros pasajeros para su Museo del Hombre en Tránsito; y el bautismo, a cargo del comandante disfrazado de Neptuno, de los neófitos que por primera vez cruzan la línea del Ecuador. El periplo también
Hasta ahora no mencionamos un aspecto de vital importancia en lo que hace a factura formal de la novela. Stigger incorpora fotografías, imágenes de anuncios publicitarios, cartas, fragmentos de diario, consejos de guía turística, que a la manera de una narrativa paralela acompañan, y en ocasiones anticipan, el relato en viñetas y cuya una aspiración al libro-objeto tiene un halo rupturista. Se trata de procedimientos contemporáneos, tales como el montaje, la cita descontextualizada, el ready-made y el uso paródico de las formas, que cuajan en una visión ampliada de la literatura en dialogo con el arte. La propia autora refiere que, en cierto modo, se trata de una intervención artística antes que literaria.
El motivo del viaje, tan caro a los modernistas brasileros, es reformulado en Opisanie świata en términos no ya de descubrimiento de un mundo, sino de reconocimiento fallido. La ciudad no presenta el rostro de antaño y la muerte cercena la posibilidad de recuperar la infancia perdida. Es cuando nace el deseo de la escritura formulado en torno no al regodeo melancólico en la falta, sino en términos de posibilidad inventiva. Como dice Opalka hacia el final del libro: "Tal vez solo escribimos sobre lo que no ha existido nunca".
de julio, 2021
Opisanie świata
Verónica Stigger
Traducción de Paula Abramo
Sigilo, 2021
168 págs.