Si en sus novelas Donald Antrim estira la premisa estrambótica del argumento ─el viaje astral de un psicoanalista durante la cena con colegas en un local de pancakes (El verificador); el encuentro de noventainueve hermanos (falta uno) en la ruinosa biblioteca de la mansión familiar para rastrear la urna donde se hallan las cenizas de su fecundo padre (Los cien hermanos)─ hasta invocar un rocambolesco y literal vendaval; no menos cierto es eso que Jeffrey Eugenides había captado tempranamente: lo que hace creíbles a esas cabriolas entrópicas "es su aguda visión de las relaciones sociales y matrimoniales y sus magistrales habilidades lingüísticas". Esa misma comprensión sórdida, patética y banal de la existencia cotidiana que se oía como un clamor asordinado en las novelas adquiere mayor relevancia en los relatos que Antrim maceró durante quince años en las páginas de The New Yorker y que luego, en 2014, reunió bajo el título The Emerald Light in the Air; los mismos que llegan ahora a estas costas con un atinado cambio de título: Otro Manhattan.
Un Manhattan siempre otro, sí, porque en las variaciones de un mismo tema se fragua la posibilidad acaso irremediablemente perdida que despunta entre la espera del próximo trago y el deseo de otra vida. En el hilarante, dionisíaco, "Un actor se prepara", un decano asume la dirección teatral de una improvisada compañía de estudiantes con la que monta una versión libérrima de Sueño de una noche de verano, la obra de Shakespeare. Mientras lidia con las interrupciones de una pareja alcohólica, su comportamiento se va aniñando hasta que, en medio del caos de la puesta en escena ─duendes en tanga, adolescentes fumados, un Puck representado por un muchacho ciego en un pozo repleto de agua─, asoma la farsa de la representación: "¿Cómo había llegado a estar tan perdido y solo?".
El retintín bufonesco de este primer relato se va adelgazando paulatinamente en los siguientes para realzar, en cambio, los bemoles de los lazos afectivos. En "Estanque, con barro", un hombre invita al hijo de su pareja al zoológico para congraciarse con ella. Más ocupado en registrar sus poemas de cuño imaginista en el diario que lleva por título el nombre del relato, que en realizar la visita, en el camino se encuentra con el padre biológico del niño, un músico de cámara desempleado y alcohólico que no emite palabras ni algún interés por su hijo, y lo invita a beber una copa con ellos. Una copa que pronto son varias y revelan que si algo los une, no son las palabras, sino el fracaso. Algo que también emparenta a la pareja de "Consuelo", un abogado desocupado y una pintora insegura que llevan un estilo de vida ambulante y se encuentran para tener sexo en departamentos prestados por conocidos mientras intentan ocultar su alcoholismo mutuo. Donald Antrim por Juan Carlos Comperatore
Es casi una injusticia resumir los argumentos de cada uno de los relatos; y también muy tentador. En "Otro Manhattan", punto álgido del conjunto, Antrim expande la metáfora situacional a lo Raymond Carver en torno a la amistad de dos parejas infieles que se ve perturbada debido a la compra de un ostentoso ramo de flores por parte de un marido con tendencias suicidas. Con más de un guiño a la obra de Virginia Woolf, el relato ahonda en el trasfondo psicológico de una relación colmada de decepciones y amores truncos y cuyo comienzo da el tono tanto del relato como del conjunto: "Se habían mentido tantas veces, durante tantos años, que sus engaños mutuos se habían convertido en moneda corriente, prácticamente en un repertorio."
Otras relaciones tormentosas son las que protagonizan los personajes de "Él sabía" y "Desde entonces". En el primero de ellos, un actor frustrado procura enmascarar los problemas de pareja llevando a su mujer medicada de compras la noche de Halloween; cuanto más aumenta el consumo de psicofármacos y alcohol, tanto más se aboca a concebir fantasías irrealizables. En el segundo, un hombre se cuela con cualquier pretexto en distintas conversaciones de una fiesta para hablar de su anterior pareja cuando la actual está en el mismo evento. La búsqueda infructuosa de un cigarrillo a lo largo de la noche coagula el estado de la relación.
Una costura apenas sugerida y que no se circunscribe a los temas tratados, confiere a los relatos la unidad de un todo orgánico. Pequeños motivos ─un estanque, una pintura, un viaje─ que resuenan como armónicos, ante todo, en el último y más ambiguo de ellos, "Luz esmeralda en el aire", donde un escultor con amplio historial suicida se sale de la banquina cuando se dirige a tirar en un basurero pertenencias de su ex pareja y de su infancia. El auto se desliza por el declive del terraplén a un lado de la ruta hasta llegar al lecho de un arroyo por el que se empeña en seguir conduciendo. En camino a un bosque y en medio del aguacero, hace su aparición un niño que lo confunde con un médico y lo guía hasta donde se encuentra la madre moribunda. Entremezclando recuerdos de hospitalizaciones y relaciones pasadas y referencias a El rapto de Europa, la pintura de Giovanni Tiepolo (en donde, al igual que la textura de la narración, "las relaciones espaciales no son coherentes"), el relato transita una suerte de fantástico atemperado.
A esta altura es evidente que el fantasma de Cheever sobrevuela parte de los relatos. El infiltrado que se confunde con su disfraz lo hace, en este caso, en una clase media alta de la urbe moderna venida a menos por la depresión, la psicosis, los intentos de suicidio y la amenaza de desastre inminente. El sarcasmo que ilumina la sobriedad del estilo ("Ya era más o menos hora de que ambos tomaran sus pastillas", dice una bajada en indirecto libre) agita no tanto las postales rígidas de una vida, sino la vida misma en movimiento, por más paralizada que esta se encuentre. Se palpa el dolor detrás de la agudeza; y viceversa.
Por mucho que se empeñe en contar la misma historia, Antrim se las arregla para extraer diversos tonos a una paleta por demás frugal. "Muchos escritores" ─escribió el ya citado Jeffrey Eugenides─ "pueden ser, por turnos, tristes, divertidos, aterradores o ridículos. Antrim hace todas estas cosas a la vez". Sus personajes, hartos de vivir muchas vidas, y de morir otras tantas, se empeñan en buscar una redención a todas luces imposible y en rehacer ─y quizá repetir─ el mismo camino una y otra y otra vez.
13 de enero, 2021
Otro Manhattan
Donald Antrim
Traducción de Matías Battistón
Chai, 2020
176 págs.