Habituada al registro del instante fútil, a la ramplona epifanía de lo cotidiano, la poesía vernácula contemporánea dista de concebir un libro que sea algo más que la reunión de sus versos. Claro que hay excepciones, pero es justamente su carácter díscolo lo que debería llamar nuestra atención. Tal es el caso de Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro, el reciente libro de Lucas Margarit editado por Leteo, cuya dilatada ambición nada riñe con la brevedad y el fragmento.
Atento al rostro plural del poeta, Margarit recurre a los oficios de la máscara; sabedor ─como dice el posfacio de Adalber Salas Fernández─ de que una máscara no sólo oculta, también transforma. De esta manera, invoca el nombre del filósofo renacentista Bernardino Telesio (1509-1588), olvidado impulsor de una nueva concepción de la naturaleza apartada de los designios de la religión y que, debido a la ruptura que su pensamiento significó respecto al aristotelismo escolástico, fue saludado por Francis Bacon como "el primero de los modernos". El nacido en Consenza abogaba en favor de la observación empírica mientras se declaraba en contra del conocimiento metafísico por alejarse de la realidad intrínseca de los problemas humanos. En De la naturaleza de las cosas según sus propios principios (1565), su obra mayor, postuló la existencia de tres principios derivados de la experiencia: la materia, que todo lo ocupa, y la acción de dos fuerzas antagónicas, el calor y el frío, que disputan entre sí su preeminencia sobre la materia. Pero antes de embarrarnos en la docta ignorancia cabe preguntarse por qué motivo un poeta del siglo XXI recurre a un desconocido filósofo del siglo XVI. Y, más allá de las particularidades del caso, lo primero que salta a la vista es algo del orden de la repetición. Porque no es esta la primera vez que Margarit se prueba un traje ajeno; en oportunidades anteriores vistió los nombres de un humanista catalán en Bernat Metge (Buenos Aires Poetry, 2016) y de un ignoto personaje del poeta Georg Trakl en elis o teoría de la distancia (El Suri Porfiado, 2020). De esta manera, asumir la voz de otro tiene menos de camuflaje o de apropiación que de un reajuste perceptivo. Hablar como otro ─hablar, en definitiva, desde el lugar del otro─ es intentar decir algo distinto, es quebrar la horma de lo esperable. Aunque, no obstante, el lugar de enunciación no sea, en este caso, lo suficientemente cristalino, sino más bien móvil, liminar.
Organizado como un viaje por la biografía intelectual (y en parte apócrifa) del filósofo italiano ─y por las resonancias (probablemente también apócrifas) de su obra en intelectuales y artistas de intereses y tiempos disímiles─, Telesio parte de reconocer la ignorancia, de lo que no se sabe y sobre lo que no se va hablar mientras aventura destellos de su pensamiento ("Ahora/ no escribo sobre dios ni sobre la muerte de dios/ sino sobre el movimiento y la materia/ en el posible vacío que habita en el espacio"). Luego de asumir la ignorancia, viene el asombro, un asombro ante lo minúsculo de hallar, por caso, el mar en las arrugas de un mapa, porque "lo más pequeño/ se parece siempre/ a una caja donde/ duerme la niñez/ y el niño callado/ y el niño que llora"; y asombro, también, y sobre todo, ante la materia ("dejemos hablar/ a la piedra que es epitafio/ y a los huesos que son la reliquia de otro cuerpo"). Sin una causa primera que justifique el movimiento ulterior, si Dios es, por tanto, inmanente, el siguiente paso conlleva una postura ética: la de reconocer la fragilidad propia y la del mundo, y es un convite obligado a reinventarlo una y otra vez. O a hacer silencio ante su ofrenda, puesto que "Si el principio fue el silencio/ callar es alejarse de la forma".
En la transparencia de los versos, algo del sentido, sin embargo, se escapa, oculta o eclipsa, y donde resulta más notable esto es en la invocación de la figura del rinoceronte. Dalí decía que se trata del "único animal que transporta una increíble suma de conocimientos cósmicos dentro de su armadura", y esa certeza delirante lo condujo a ver cuernos hasta en La encajera de Vermeer. Lejos del surrealismo paranoico, Margarit trama el dudoso encuentro de Telesio en una pintura de Pietro Longhi, pero también convoca el grabado de Durero y la enigmática dedicatoria a Stanilas Lepri, pintor devoto y obstinado de rinocerontes. Es como si Margarit, junto con Telesio, dijera que celebrar la diversidad de la materia no es escollo para admitir sus opacidades y claroscuros.
Se ha vuelto un lugar común elogiar la labor editorial de Leteo y, en este caso, no podemos sino reincidir, porque en el cuidado en la elección tipográfica, en la reproducción de las imágenes, en no escatimar hojas ni detalles, sus libros se vuelven un objeto particular. Nunca hay que desestimar los aspectos materiales del libro como condiciones preparatorias para la lectura. En esa atención a la materialidad, hasta el propio Telesio estaría más que satisfecho.
8 de septiembre, 2021
Telesio. Brevissimo tratado sobre el asombro
Lucas Margarit
Posfacio de Adalber Salas Hernández
Leteo, 2021
136 págs.